martes, 8 de diciembre de 2009

Armonia universal, el bien y el mal

Armonía universal, bien y mal, el objetivo


La armonía universal
Yo soy una creación y mi prójimo también. Mi trabajo está en la ciudad y el suyo en el campo. Yo me levanto temprano para hacer mi labor y él para hacer la suya. Así como él no presume de realizar mis tareas, tampoco yo presumo de realizar las suyas. Se nos ha enseñado: Aquél que produce más y aquél que produce menos son iguales en tanto sus corazones estén dirigidos hacia el cielo.
-- Talmud de Babilonia, tratado Brajót página 17a



La humanidad es análoga a un gran cuerpo compuesto por distintos órganos, cada uno con diferentes funciones pero con el objetivo común de servir al bienestar del hombre. El hombre está sano cuando cada célula de cada órgano trabaja para que éste pueda servir al cuerpo. En cambio, si una célula se desliga de su función y responsabilidad con respecto al órgano al cual pertenece y trabaja para sí, descuidando su relación con el resto del cuerpo, ello afectará a todo el sistema debilitando también a la propia célula que generó dicho desequilibrio.
Toda cultura y civilización cumple una función en el contexto del gran cuerpo de la humanidad. Cada individuo tiene una función irreemplazable dentro del «órgano» al cual pertenece. Los conflictos entre diferentes pueblos y civilizaciones son similares a un cuerpo enfermo. Cuando el deseo de recibir egoísta induce a un individuo o a un grupo a pretender que el «órgano» al cual pertenece sea el único válido, está actuando en contra de la ecología espiritual, o sea de las leyes con las cuales el Kadósh Barúj Hú manifestó la Creación.
En cambio, cuando todos los pueblos se unen con la intención de beneficiar al gran cuerpo que conforma la humanidad, todos reciben por igual: uno produce materia prima, otro la desarrolla, y así sucesivamente. Cada ser, comunidad, nación, etc., aporta de acuerdo a su verdadera naturaleza y vocación y de esa forma comparte todo y se unifica en torno al objetivo común: el bienestar del hombre. Es así como cada ser humano, sociedad, cultura y civilización, logra expresar su potencial en forma constructiva de acuerdo a sus características. Sólo así podrá surgir el bien que conduce a la armonía universal.
. El bien y el mal
... para que decidan entre lo verdadero y lo falso, entre el bien y el mal ... Rambán (Najmánides) sobre la Torá Bereshít 9
Odiad el mal y amad el bien ...Amós 5:15
Hasta no definir nuestro objetivo el bien y el mal son relativos y todo queda aparentemente abierto ante nosotros. En cuanto definimos conciente o inconcientemente nuestro objetivo, el bien y el mal adquieren definición.
El bien es todo aquello que nos acerca al objetivo mientras el mal es lo que nos aleja de él. Sin embargo, aún estamos dentro del ámbito de lo relativo, ya que si el objetivo que nos propusimos no es real estaremos invirtiendo nuestro esfuerzo en vano. Asimismo, si el objetivo de un malvado es hacer daño, todo lo que lo ayude a lograrlo para él será «el bien» ya que lo acerca a «su» objetivo.
Los diferentes estratos de comprensión de la Torá, como la Halajá, el Midrásh y principalmente la Kabalá -que incluye todos los niveles de la Torá- nos revelan la Sabiduría interior de la vida a través de la cual el hombre puede tomar conciencia de los verdaderos objetivos y de cómo alcanzarlos. Así superamos el ámbito caótico y de cambio constante que resulta al vivir reaccionando a nuestro sentir momentáneo. Esto sucede cuando logramos definir objetivamente dónde reside el bien y dónde el mal. De este modo surge la comprensión del objetivo del bien por el cual el Kadósh Barúj Hú manifestó la Creación, y así comenzamos a definir qué es realmente el bien y qué es el mal. Entonces el bien será «verdadero» y podrá acercarnos al objetivo.
. El objetivo
El libro del Zóhar [1] nos indica que el objetivo de la Creación del hombre es la plenitud total y absoluta que surge solamente cuando creamos el «espacio apropiado», tal como fue descrito en el item 5.
La Creación, como el cuerpo, es completa y perfecta cuando todos sus componentes actúan armónicamente. Recordemos que el cuerpo está sano cuando cada célula de su respectivo órgano trabaja para el bien del cuerpo. Análogamente, cuando cada individuo transforma su egoísmo en altruismo actuando en pos del bien colectivo, surge el espacio para la plenitud.
Así como el cuerpo es perfecto en su conjunto y no en sus partes aisladas, la Creación es también completa en su totalidad. La perfección es el logro de la armonía entre las partes, dado que cada individuo necesita de su prójimo y de la sociedad para realizarse. Por ello, y solamente cuando cada individuo canaliza su energía en pos del bien colectivo, surge la perfección.
La vida basada en la satisfacción momentánea nos desvía del mencionado objetivo. En cambio, las mitzvót nos ayudan a armonizar nuestros actos presentes en pos del objetivo que incluye todo y a todos (véase item 1). Por dicha razón un gran principio general (mitzvá) y original de la Torá, como lo expresó Rabí Akiva, es: Amarás al prójimo como a ti mismo. Todo acto que nos aleja de dicho objetivo retrasa la manifestación del bien absoluto, dado que a través del amor y el compromiso con el prójimo logramos la fusión (dvekút) con nuestra máxima identidad, donde todos los conflictos encuentran su resolución: el Kadósh Barúj Hú.



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